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Piadoso Via Crucis a Jesús Humillado

Celebrado Piadoso ViaCrucis a Nuestro Amantísimo Titular Jesús Humillado, el sábado 20 de febrero.




Cuando un culto externo representa tanto amor como Cristo nos demostró, de la misma manera preparan sus fieles este acto con el que recordamos la entrega de nuestro Señor muerto en la Cruz por nosotros.


Convertido nuestro barrio en el "Camino de la Cruz", para meditar los episodios de la Pasión que Nuestro Señor sufrió desde el Pretorio hasta el Calvario. Las emociones venían aflorando durante toda la semana que duraron los preparativos; la informaciones a los hermanos que se acercaban ilusionados a recoger sus papeletas de sitio, la elección de las flores que se le pondrían a los pies, que si unas, que si otras..., con potencias o sin potencias, estrenando corona de espinas, el color de los cirios; tiniebla que representan la penitencia de Jesús, un nuevo incienso para nuestro Señor para que el olor a su paso sea más sobrio, dos servidores vestidos de librea al servicio de nuestro Señor alumbrando su camino, los ciriales, el pertiguero , los monaguillos, qué cantidad de chavales querían acompañarlo..., como no podía ser de otra forma, todos querían ir cerca de Él.


Cuántos preparativos para un ratito..., que pensarán muchos. Pero cada preparativo que se hace por Él se hace llenándose de Dios, de amor, con nuestros hermanos, con los de verdad, con sus hijos. Cada preparativo que se hace por Él es un poquito de amor que compartimos con alguien, cada ratito pasado en la Hermandad es un ratito de amor con nuestros hermanos, solo para un Via Crucis, que pensarán muchos...




Ya en la Misa anterior a la salida había nervios, ansiedad, sensaciones de entusiasmo, un brillo inusual en los ojos de sus hermanos. Conscientes de que esta es la única oportunidad del año de verlo en la calle, de acercárselo más que nunca, a nuestros amigos, a nuestros hermanos, a nuestros vecinos, a nuestros pequeños y nuestros mayores para que conozcan de cerca la mirada de quien agacha la cabeza con tal mansedumbre ante tantas humillaciones dando una lección magistral por nuestras calles, de quien a pesar de las provocaciones y los insultos, siendo ultrajado, maltratado y golpeado no contesta con insultos, y así Jesús muestra en ese momento evangelizador la humanidad más profunda del ser humano.









Y con su Amor, su mansedumbre, su lección de humillación al no aferrarse a su Divinidad, sino que convirtiéndose en siervo, hecho semejante a los hombres, se humilló haciéndose obediente hasta morir en la cruz. Lo que se convierte para nuestros jóvenes en una lección magistral de misericordia cristiana, nuestros jóvenes que custodiaron a su Cristo desde el principio hasta el final, alumbrando su camino hacia la Cruz, acompañando los misterios de su sufrimiento, rezando y viviendo su Pasión.


Entendiendo que todos tenemos un camino en la vida, repleto de complicaciones, que el ejemplo de su sufrimiento los alienta a ser fuertes y seguirlo, como nuestras penitencias se hacen pequeñas por Él, y como nos dieron ellos, nuestros jóvenes, la lección de que incluso un sábado por la noche, su mayor interés era Él. Lo demostraron arropándolo con el mayor de los respetos. No se podía mirar a Jesús con más cariño y ternura que con el que lo miraban nuestros jóvenes. Ahí estuvieron engrandeciendo nuestra Hermandad.


En la calle ya es Cristo quien mira a sus fieles repartiendo dulzura, sosiego, sometimiento con resignación. Repartiendo la templanza de quien espera la muerte sin temor, de quien ha sufrido lo insufrible por amor. Inspirando serenidad ante el padecimiento, temple y sumisión ante tanto dolor. El Calvario, la congoja, el suplicio de cada espina que se clava, cada herida que se abre, cada llaga, cada gota de sangre derramada, cada caída, cada golpe y cada latigazo recibidos, cada humillación ante las bejaciones son un ejemplo de fortaleza y vitalidad para sus fieles.


Contemplarlo consuela al enfermo, al que padece, al que sufre y al que pena. Contemplarlo da aliento a quien se le hace difícil respirar la vida. Te abre el corazón al amor y a la fe. Contemplarlo hace que ser cristiano tenga sentido.


Cuando Él te mira te habla del amor al projimo, del perdón a quien te ofende, de la vitalidad a pesar del sufrimiento, de la paciencia con nuestros seres cercanos y de la humildad como ejemplo. Cuando Él te mira...en sus ojos está Dios.


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